Desde Raza de papel (1978), Luis Enrique García decidió ser un contador de pequeñas historias, un relator de cuentos. Lo confirmó con Ciudad nocturna (1988) y ahora, en su último libro, Crónicas de gente cercana (1991), es evidente que no pretende esconder o confundir en intrincados artificios de la ficción, ese propósito. Por el contrario, en este libro tal inclinación se vuelve hacia sí misma, se reconoce y se asume explícitamente como postura narrativa.